Se pueden convertir en sutilezas enfáticos
argumentos, crear equívocos e inventar expresiones de vodevil, lidiar con líricas
aliteraciones y barrocos recursos retorcidos. Espiarlas en su simple desnudez o revestirlas de
ironía, sátira, crítica, de aparente absurdo o de pretendida objetividad, la
más embustera de todas sus posibles galas... Desde la calma, la pasión, el
desahogo, o en cualquier proyección de esa razón que empuja nuestros dedos, se
ennoblece la sangre y muda su piel en una bocanada de pura expresión azul.
Mil valen menos que una imagen, protesto. Téjelas,
atrévelas y permite su derecho a ser imaginadas. Pues no sé tú, pero creo que
la fuerza creativa del texto, en esa única combinación de espacios y grafemas, cambia
destinos, convence, ayuda, instruye y despierta a la vida.
Por ello, quisiera pedirte permiso para pasear
a través de las que elijas para describir tu mundo y encontrarte a medio camino
entre una línea y su paralela, en lo que dices o callas en aquel párrafo de
pronto ajeno pero incipientemente familiar. Así, el sano empeño en volverlo propio
es convergencia y transformación a la vez, pues toda letra se debe a su
interpretación y todo escritor a su última forma de percibir, el mismo ser. El gusto es tan solo un grado más de la riqueza de adjetivos, en fin, carece de importancia cuando lo que uno muestra es su más íntima melodía. En definitiva, pienso, a una espiral se resumen las
historias, que fluyen para completarnos como seres humanos, sin punto final.
Pues nadie es perfecto y todos lo somos, o no?
Este indeseable pequeño ensayo a la libertad de
expresión, al aliento, es una petición que personalmente, anhelantemente,
sinceramente espero, me acerque a ti. Convencida que lo único que “le falta” a tus secretos
trazos, es que son incompletos en tanto que permanezcan agazapados, pues tan
solo forman parte de una realidad individual, incompatible con su fin último,
la comunicación.
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