viernes, 30 de marzo de 2018

Levantarse para cambiar el encuadre



              Porque el comienzo de toda línea tiene algo de retrospectivo y personal, desde entonces, las líneas se entrecruzan y se dilatan, hasta divergir, pellizcando.  Por eso, porque ya no es cosa “de mí”, porque la partida me ha hecho nunca regresar a ser la persona que escribía y adquirir plurales. Concisa, envejecida, con el alma enferma de un átomo de injusticias que pueblan el vacío sinsentido de la esfera plástica de lo occidental, solo parcialmente, porque desde los tronos y el pasaporte correcto no se vislumbra más. Monocorde, el hilo que descose manos a lo alto de los muros, mi discurso es furibundo y amarga, se repite, como los errores intencionados a la humanidad, como los cuentos que acaban bien y que acaban solo en cuentos, como la violencia de los estados que están por encima y a pesar de todo, sin vergüenza, sin derecho siguen ofreciendonos los reveses (y nosotras @callando). Será que la inventiva que solía andar cerca se ahogó, se cayó de una valla, migró a un lugar mejor, o al contrario que nosotras, está de huelga. Pues si ha de ser esto, que esto sea. Reivindicaciones que suman o que solo sirven para llenarme de ecos la cabeza. Lo que el singular pretérito se lleva, no me interesa, sino el futuro singular que nos espera, si, tras el deslumbrante, ruidoso y dorado hilo que maneja descubrimos que la llave está ya echada desde fuera.

domingo, 20 de agosto de 2017

Voltum revolutum.

Leticia Santaballa Santos.Ya está bien.

Esto es un self-ultimatum. La huelga creativa tiene que acabar.

Si no, ya te puedes ir buscando otra inspiración.

Firmado.

Musa-k. 

viernes, 24 de junio de 2016

Egoismo Sensorial

    

     Todo pasa como si mis ojos se mezclaran con los minutos, una especie de disolución transitoria y apaisada. No me encuentro, estoy perdida en algún  acento gutural, en el agujero de un zapato, un trozo de miel. Quiero sentir pero me aferro a la fortaleza y la costra de partir, por el esmero en llegar, por los suspiros que cambian de aire hacia el este. Hay algo de poderoso, de misterioso, de halagüeño en este estado sin naciones. Una serenidad vieja que me inunda y satura en un egoísmo sensorial. Como si solo buscara pedacitos, por si los míos no fueran suficiente.

                                                             *foto Chema Madoz



martes, 22 de marzo de 2016

Marhaba. This is Idomeni.

   
Quisiera poder compartir lo que se siente al caminar por un campo de refugiados completamente desbordado de gente y vacío de recursos. Llevar mis ojos hasta lo más hondo de caras magnéticas, magníficas, desesperadas.

Explicar que la humanidad no muere aquí porque la humanidad lo es todo: lo bueno y lo peor. Las lentes que vienen, capturan, despojan el sufrimiento intimista y lo interpretan en lenguas de babel. Pero recordad que solo es papel. Desde la otra cara, papel es sinonimia de poder: billetes, documentos, la ley. Y nadie los ha podido romper.

Describir miradas que se vuelven de barro y sonrisas de hielo, impunidad del chaleco, estandarte de borregos. Es difícil soñar cuando la lluvia empapa la salud de tanta gente. Los pequeños tosen los juegos del hambre. Resquicios de dignidad se mecen entre alambres, en protestas de cartón, en conversaciones punzantes.

Vergonzosa bienvenida. Me he sentido culpable por mi buena suerte, nacionalidad y genes; Europa en sombra de privilegios no compartidos, si bien nadie somos libres, hay “nadies” bien más vívidos. ¡Haram!

Olvido el singular al estar llena de historias de otras personas, que sufren. Alguien me ha dejado unirme a su viaje: árida huida, pasos descalzos y frío. Pero a todos los han detenido, sueños incluidos. Alguien me ha acariciado el alma, yo, que idolatro la substancia! Mi sol, radiante de humildad, imposible aunque se niegue. También alguien busca allí el significado de la vida, pregunta, ansía completar un rompecabezas de palabras y encontrar su respuesta. Yo le contesto: Esperanza. Y quiero creer tan fuerte…

Es complicado hablar con este piano de letras sin palabras que afinen demasiado. Es una oda a los refugiados, sonata a los ilegalizados y un réquiem a la política Europea.

Hoy soy útil como nunca lo había sido. He venido a colorear un vacío. Ayudadnos. Ayudaos.





sábado, 24 de mayo de 2014

Antes de que todo cambie

Dejarte ser por introspección, caer sobre genios desde la rama de un algo,  la vida en la mochila, visión obtusa sin más, cuentacuentos sin fronteras o pretensiones, mentidades ciertas, divertidísimas.

Luciérnaga del día, tozuda sin zapatillas, juventud sin interrupciones, como fluye si me escapo, peros y más, pero aprendo, fuera bambalinas y aceptas porque así eres, o lo intuyes entre comillas.

Melodía difusa, domesticando futuros, si acaso y me dejo. Cuantos misterios, tempo de algún reloj ignorante que pretendo olvidar, pliegues de mujer, risa de picariña.

Demasiado presente, sensorial e intenso, este momento que resumo en 25 años.

domingo, 26 de enero de 2014

Omnia fluunt !


 Omnia fluunt.

Ergo, el blog también. Ya no estamos en el Caribe, ni en la mitad del mundo, ni en el fondo del mar, matarile. Un pequeño Clio negro de los 90, lleno de paquetes, regalices y esperanzas, me condujo hasta Francia, despacito cuesta arriba, los Pirineos siempre imponen a las máquinas viejiñas. En el camino, estaciones de servicio, un guardia civil piadoso, grúas compradas en Amazon, Hilario el mecánico, y Alf decidiendo un cambio de religión. Pero además, conversaciones acerca del mundo, canciones de Miliki, varias partidas perdidas al “jungle speed” y quesos de pincho: ñam! 



Entonces, ¿qué hago yo aquí? Empezar otra vez sin la vuelta al cole, desafiando mi propia resistencia, midiendo fuerzas entre energía e ilusiones. Y además, describir cómo se me presenta este trocito del mundo. Por ejemplo, os contaré historias de la misteriosa Nantes, con una fábrica de galletas que no huele a nada, lluvia, gatos con panzas dignas de ser exploradas por Marco Polo, lluvia, secciones de queso en el supermercado más grandes que el propio Versalles, lluvia, gente estilosa que no viste de Amancio, lluvia, excursiones de dos horas jugando al escondite con las tiendas de fruta … y lluvia. No sé si lo había mencionado ya.

Pero quisiera contaros también acerca de un galimatías matemático:  el misterio de las baguettes. Según tengo entendido, mala cosa es dejar este tipo de pan de un día para otro. De hecho, traté de hincarle el diente a un trozo antiguo y el mendrugo salió ganando. Sin embargo, la calle está llena de gente, no con una, sino con 3 o 5 barras. Y en las tiendas, peor: he visto personas salir de incógnito detrás de más de 10 baguettes. En serio, ¿qué carallo hacen con ellas? ¡Porque comer no se las comen, que tienen tipo fino! Como no se las den a los gatos, untadas de mantequilla… No sé, pero no os preocupéis: Lo averiguaré.


Llevo dos semanas lidiando con los sonidos guturales,  alucinando delante de los escaparates donde todo parece exclusivo, finísimo hasta límites insospechables, donde cualquier lata de sardinas es digna de la sección Gourmet del Corte Inglés o de una colección de arte de Andy Wharhol,


un cartero al que no le da la gana de dejar las cosas en el buzón y prefiere que de un paseo, celtismo mire donde mire y la niebla de los lunes que deja en ridículo cualquier escena de Sleepy Hollow….

Foto del paisaje que se ve desde mi ventana los días de niebla.

Con esta personalísima bienvenida al hogar de Julio Verne inauguro una parte de mi camino de retos, fuerza de voluntad y oportunidades. Imagino un pequeño niño apellidado Verne viviendo las “Veinte mil leguas de viaje submarino” en el río Loira,  disfrutando al saber que su “Isla misteriosa”, la île de Nantes, hoy se ha convertido en centro de Start-ups y Fab Labs, haciendo de un domingo sus “cinco semanas en globo” desde el carrusel fantástico del centro de la cidad, o soñando despierto con ser Willias Fog  en “La vuelta al mundo en ochenta días” a lomos del  robot-elefante  gigantesco que recorre la ciudad, salpicando a los más despistados.


Será la miopía, que no me permite apreciar bien las distancias, pero no me siento lejos de mí misma. Creo que cuando uno se siente externo a lo que existe a nuestro alrededor tenemos una excelente excusa para acercarnos más a nosotros mismos. Con el paso del tiempo lo propio y lo foráneo sufren una pequeñísima pero vital transformación, se inicia una comunicación entre ellas que nos permite florecer, un contagio benévolo. Entonces, pretextamos este acontecimiento para ofrecemos a los demás, volviéndonos lo suficientemente permeables para compartir lo propio y naturalizar lo ajeno.





miércoles, 25 de diciembre de 2013

- Guajira -


   Alivio. Lo primero que sentí al aterrizar en el aeropuerto de José Martí. Los ojos rojos y el estrés aún no superado de volar, se sumaba a las 16 horas de espera en el aeropuerto, las otras 17 de viaje desde la profundidad de la Amazonía Ecuatoriana y la desilusión de perder mi enlace al oriente. Casi nà y un suspiro del tamaño del Chimborazo.

   Si las mujeres tienen un sexto sentido y las gallegas un “aquel” de meiga, ambas intuiciones “gourmet” me aconsejaban que me fuera de Cuba. Después de pelear tanto por llegar allí, sentí repleto el saco de impedimentos, ya todo me sabía peor que la idea de volver a mi rinconcito en el sofá de la sala de estar, al calor de la familia. Al fin y al cabo respeto la idea de Karma y, aunque me fastidie admitirlo porque creer en el destino sustrae libertad de acción, rumiaba la idea de que “hay cosas que no están para uno”.


   Salí belicosamente del avión, quería compensación, rembolso, un café; me despedía de los pasajeros a los que el retraso monumental me dio la oportunidad de conocer… cuando dos geniales muchachas colombianas me admitieron como animal de compañía, las seguí al hostal que habían reservado, por si había una camita libre para mí, aunque a esas alturas con media me llegaba.

 El trayecto, amenizado por un taxista conversón y sonriente, por la ventana los primeros Plymouth, los primeros cartelones con máximas revolucionarias... decidí que contaría todas las imágenes del Che que encontrara en un día. Nunca terminé la enumeración, cada casa, cada bar, cada esquina era escoltada por la intensidad de las facciones de Guevara.

Los primeros días, recién acostumbrada a llenar mi discurso de prudente latinidad, con el suave paladeo de los “discúlpeme”, “perdone que lo moleste” o “perdone que le robe un minutito de su tiempo”, me sorprendo al escuchar de nuevo las palabras chasqueantes, que golpean al hablante, directas, apuntaladas por sus miradas de cuero, de café, de caña en un “qué tú quiere?”, o en un “Ey, España! Te lo dejo barato pa’ ti!”.


   La Habana merece una entrada en exclusiva, que recoja los colores, el bullicio, las risas, la música que cada casa ofrece a sus vecinos a través de sus puertas siempre abiertas, charlan tres mujeres de carácter nudoso, se oyen ruidos inidentificables por su variedad y procedencia, que forman el folclore cubano. 


Quisiera dar una imagen de desorden, de casas al borde del derrumbe, la fragilidad de una arquitectura grácil y colonial, sin embargo, viva, llena con las personas que habitan en ellas, ígneas vecindades, que lo mismo discuten o se aman, efervescentes y voluptuosos, con tres argumentos en cada diente y dos piropos en la retaguardia. Los escalones son tableros de ajedrez, mesas de dominó callejero, una calle en ruinas desemboca en una estatua cubierta de andamiajes, y te enseñas al “por qué no?” y a la diversión de que no todo ha de poseer un sentido, al placer de las contradicciones.


  El paseo, a dondequiera que uno lo dirija, irá acompañado de “taisi, leidi?!” si se camina sola o “taisi, amigo”, si no; en, calles, plazas, casas, parques o arenales, recién bajado de un taxi, o todavía montado él! … por si acaso ;) En cualquier rincón, expertos oradores vendiendo sombreros de viva voz, en un susurro la langosta, con dos voces y dos precios, para el “yuma” o el “compañero”.  Al paso, un repertorio de sonidos y mensajes como “mami”, “mango” “guau, guau”, “bonita”, “jaguar llu?”, "tch, tch", "hoy es mi día de suerte", “eres una flor”, “princesa”, “ay, que me desmayo” o incluso más elaborados, como “tienes más curvas que la carretera de Cienfuegos a Camanayagua”, sin indiferencias.


En cada calle, tras carteles artesanales los Paladares criollos, reciente y valiosos recurso:  Pizzas y paellas rellenos de cubanía, moros y cristianos, congrí, tamales, ajiaco, cerdo (cómo no), pollo, batidos de mamey, fruta bomba, guanábana, no importa cuál, una refrescante delicia, dulcísimos helados, pasteles y flanes.


  Comercios con estantes huérfanos. “Hoy hay arroz?” en vez del familiar “Póngame doscientos gramos”, sutilmente diferente, comienzan sus frases, acostumbradas a que falte de todo menos palabras. Todo con su consiguiente arreglo, máquinas de latir soviético, audazmente armadas por mentes despiertas de café con chícharos.

Moverse en Cuba es cuestión de estilo: máquina, guagua, tren, caballo, taxi, camión, carreta, bici, coche o a pie con ritmo danzón. El camión es comunidad hecha transporte, parando si el motor se recalienta,  siempre a tiempo de compartir ideas con el viajero más próximo.


Así, todo transcurre entre ellos con una tranquilidad que se columpia al vaivén de una mecedora que nunca falta, para desesperación de los turistas, o “minuteístas”, monoteísta becerro dorado del tic-tac, dueños del tiempo o esclavos, depende…s. En todo caso las filas amaestran paciencias, languidecen miradas y avivan labias de bocas carnosas. 


  Las noches provocan ritmos, y aquellos al placentero diálogo anatómico, gallardo, puro hedonismo en pentagrama, musical lujuria, la más casta ya que no interesa el cuerpo sino el movimiento: al son, rumba, merengue, chachachá, cubatón o salsa para los más bailones. Ingenios animados al ron, extranjeros embriagados en los precios del Havana Club o los mojitos, solo esta noche a precio especial a 1.50, hechos con sabor. Si no, ron con piña colada de Tetra Brick, neveras en moneda nacional, que no enfrían Bucanero ni Cristal.

No me fui. No sin antes perderme en Viñales sin visitar nada “importante”, despistar jineteros, inventarme otra identidad en Cienfuegos (personaje que por cierto no entendía el español), frecuentar el malecón...



...bailar hasta quedarme sin pies con “Oswaldos” o “Marcelinos” ya retirados, ver como estafaban muchísimo a los “demasiado guiris”, encontrar un nido de colibrís en las cascadas del Nicho...


...soportar a un cubano ofreciéndome un monólogo particular interminable acerca de sus teorías revolucionarias sobre la infidelidad, bañarme en aguas de color turquesa sin tener frío al entrar ni al salir...


... descalzarme para llegar a casa en Trinidad por una inundación...


... pasar lista de los mismos turistas ciudad tras ciudad, las panzadas de barquillos de sabores y de comida criolla...



No sin antes conocer a personas muy especiales con las que compartí mis días, mis noches, que realmente saborean el viajar, me enseñaron que estamos más unidos por este espíritu que por la cubierta de nuestros pasaportes.





 Una de las mayores alegrías me la llevé al ocaso de mi estancia, entre calada y calada de un cigarro plantado en una cara tallada de arrugas, de quien escuché el mejor de los souvenirs que me podría haber llevado, la frase:  “para morirme tengo primero que estar vivo”.


Afortunada y llena de vida, así me sentí en aquella isla del Caribe, así espero sentirme por mucho tiempo más.

¿Bailamos?