sábado, 24 de mayo de 2014

Antes de que todo cambie

Dejarte ser por introspección, caer sobre genios desde la rama de un algo,  la vida en la mochila, visión obtusa sin más, cuentacuentos sin fronteras o pretensiones, mentidades ciertas, divertidísimas.

Luciérnaga del día, tozuda sin zapatillas, juventud sin interrupciones, como fluye si me escapo, peros y más, pero aprendo, fuera bambalinas y aceptas porque así eres, o lo intuyes entre comillas.

Melodía difusa, domesticando futuros, si acaso y me dejo. Cuantos misterios, tempo de algún reloj ignorante que pretendo olvidar, pliegues de mujer, risa de picariña.

Demasiado presente, sensorial e intenso, este momento que resumo en 25 años.

domingo, 26 de enero de 2014

Omnia fluunt !


 Omnia fluunt.

Ergo, el blog también. Ya no estamos en el Caribe, ni en la mitad del mundo, ni en el fondo del mar, matarile. Un pequeño Clio negro de los 90, lleno de paquetes, regalices y esperanzas, me condujo hasta Francia, despacito cuesta arriba, los Pirineos siempre imponen a las máquinas viejiñas. En el camino, estaciones de servicio, un guardia civil piadoso, grúas compradas en Amazon, Hilario el mecánico, y Alf decidiendo un cambio de religión. Pero además, conversaciones acerca del mundo, canciones de Miliki, varias partidas perdidas al “jungle speed” y quesos de pincho: ñam! 



Entonces, ¿qué hago yo aquí? Empezar otra vez sin la vuelta al cole, desafiando mi propia resistencia, midiendo fuerzas entre energía e ilusiones. Y además, describir cómo se me presenta este trocito del mundo. Por ejemplo, os contaré historias de la misteriosa Nantes, con una fábrica de galletas que no huele a nada, lluvia, gatos con panzas dignas de ser exploradas por Marco Polo, lluvia, secciones de queso en el supermercado más grandes que el propio Versalles, lluvia, gente estilosa que no viste de Amancio, lluvia, excursiones de dos horas jugando al escondite con las tiendas de fruta … y lluvia. No sé si lo había mencionado ya.

Pero quisiera contaros también acerca de un galimatías matemático:  el misterio de las baguettes. Según tengo entendido, mala cosa es dejar este tipo de pan de un día para otro. De hecho, traté de hincarle el diente a un trozo antiguo y el mendrugo salió ganando. Sin embargo, la calle está llena de gente, no con una, sino con 3 o 5 barras. Y en las tiendas, peor: he visto personas salir de incógnito detrás de más de 10 baguettes. En serio, ¿qué carallo hacen con ellas? ¡Porque comer no se las comen, que tienen tipo fino! Como no se las den a los gatos, untadas de mantequilla… No sé, pero no os preocupéis: Lo averiguaré.


Llevo dos semanas lidiando con los sonidos guturales,  alucinando delante de los escaparates donde todo parece exclusivo, finísimo hasta límites insospechables, donde cualquier lata de sardinas es digna de la sección Gourmet del Corte Inglés o de una colección de arte de Andy Wharhol,


un cartero al que no le da la gana de dejar las cosas en el buzón y prefiere que de un paseo, celtismo mire donde mire y la niebla de los lunes que deja en ridículo cualquier escena de Sleepy Hollow….

Foto del paisaje que se ve desde mi ventana los días de niebla.

Con esta personalísima bienvenida al hogar de Julio Verne inauguro una parte de mi camino de retos, fuerza de voluntad y oportunidades. Imagino un pequeño niño apellidado Verne viviendo las “Veinte mil leguas de viaje submarino” en el río Loira,  disfrutando al saber que su “Isla misteriosa”, la île de Nantes, hoy se ha convertido en centro de Start-ups y Fab Labs, haciendo de un domingo sus “cinco semanas en globo” desde el carrusel fantástico del centro de la cidad, o soñando despierto con ser Willias Fog  en “La vuelta al mundo en ochenta días” a lomos del  robot-elefante  gigantesco que recorre la ciudad, salpicando a los más despistados.


Será la miopía, que no me permite apreciar bien las distancias, pero no me siento lejos de mí misma. Creo que cuando uno se siente externo a lo que existe a nuestro alrededor tenemos una excelente excusa para acercarnos más a nosotros mismos. Con el paso del tiempo lo propio y lo foráneo sufren una pequeñísima pero vital transformación, se inicia una comunicación entre ellas que nos permite florecer, un contagio benévolo. Entonces, pretextamos este acontecimiento para ofrecemos a los demás, volviéndonos lo suficientemente permeables para compartir lo propio y naturalizar lo ajeno.